miércoles, 6 de abril de 2011

Marmol.

Si me ves, parezco una vestal. Con mi cuerpo puedo sostener un capitel.Soy la columna de un templo. Blanca, perfecta, imbatible, marmórea. Soy un pilar. El tiempo no ha podido ni podrá conmigo. ¿Pero me has mirado? ¿Te has detenido más allá de lo evidente?
No. Nadie lo hace. Si pudieras....
Las piedras del Partenón de a poco se convierten en talco. El tiempo, los humos, la humedad de los alientos, la grasa de las transpiraciones, la vulgaridad al fin nos están matando. Si me vieras cuando estoy conmigo, en los pocos y raro momentos en que ni estoy aturdida ni aturdo. Una parte de mí ansía tanto el contacto que hasta la respiración (ese ritmo ajeno a la voluntad que nos mantiene con vida) se hace insoportable. Como el latido del corazón delator, o mejor, como el latido de las sienes cuando llega la migraña a recordarme que estoy aquí, viva.
¿Con qué lente me miras cuando me encuentras altanera, belicosa? ¿No te das cuenta que querría abrirme al medio y mostrarte los humores que me colman y rebalsan? Pero tengo miedo del desborde. Sigo cerrada. No se si romper los diques me traerían el alivio o la locura.
Cuando era niña me esforzaba por gustar. No era bella pero veían en mí el don de la sensibilidad. Un regalo envenenado como la camisa que Deyanira dio a Heracles. Vestirla era incendiarse. Así me quemo tantas veces, como si la eternidad me tuviera reservado el holocausto perpetuo de sentir el horror ante pequeñas cosas, nimiedades, que de una forma oscura y escondida atentan contra lo luminoso y lo bueno: una estatuita con un brazo roto, una cuchara torcida, una mujer vieja bajando de un taxi con las medias rotas.
Una vez me tuviste como Paris a Elena: la recompensa a un momento de ingenio. Pero el mito no nos cuenta la agonía de ver pasar los días y desintegrarse, quedar reducida a la ruina de un gran templo, una estructura que recuerda vagamente las grandezas pasadas

2 comentarios:

  1. Qué buen texto, Ale!
    Qué bien dicho, qué cierto y qué abierto... Esculturas, mitos, desgaste; un poco la vida que de niña se nos mostraba complaciente y bonita.

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  2. Gracias Pau. La verdad es que no sabía muy bien que iba a resultar del texto este porque nunca antes me había planteado escribir desde una perspectiva femenina.

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