espacios en blanco
miércoles, 8 de junio de 2011
Ítaca
¿Qué pasó con Ulises después de poner sus pies en las arenas blancas de Ítaca, luego de todos los años de ausencia? ¿Qué opinó Penélope de las batallas y los viajes al compararlas con sus peleas para mantener la casa, educar a Telémaco, lidiar con los pretendientes?
¿Y si Troya era tan solo un lugar en la mente de Ulises? ¿Si todas las mañanas Penélope se despertaba y del otro lado de la cama estaba el cuerpo amado? ¿Por qué Ulises habría dejado entrar a los pretendientes, descuidado a Telémaco? ¿Por qué Penélope no cedió ante las numerosas ofertas?
¿Tan seductoras eran las sirenas, o Circe? ¿Tan terrible era la caverna de Polifemo en la que Ulises trabajaba?
Y hoy que Ulises ha regresado a Ítaca, ¿podrá reconocer a su mujer y a su hijo? ¿Podrán ellos reconocerlo?
Así estamos hoy: de regreso. Confiando en la generosidad del amor de Penélope y esperando.
miércoles, 6 de abril de 2011
Marmol.
No. Nadie lo hace. Si pudieras....
Las piedras del Partenón de a poco se convierten en talco. El tiempo, los humos, la humedad de los alientos, la grasa de las transpiraciones, la vulgaridad al fin nos están matando. Si me vieras cuando estoy conmigo, en los pocos y raro momentos en que ni estoy aturdida ni aturdo. Una parte de mí ansía tanto el contacto que hasta la respiración (ese ritmo ajeno a la voluntad que nos mantiene con vida) se hace insoportable. Como el latido del corazón delator, o mejor, como el latido de las sienes cuando llega la migraña a recordarme que estoy aquí, viva.
¿Con qué lente me miras cuando me encuentras altanera, belicosa? ¿No te das cuenta que querría abrirme al medio y mostrarte los humores que me colman y rebalsan? Pero tengo miedo del desborde. Sigo cerrada. No se si romper los diques me traerían el alivio o la locura.
Cuando era niña me esforzaba por gustar. No era bella pero veían en mí el don de la sensibilidad. Un regalo envenenado como la camisa que Deyanira dio a Heracles. Vestirla era incendiarse. Así me quemo tantas veces, como si la eternidad me tuviera reservado el holocausto perpetuo de sentir el horror ante pequeñas cosas, nimiedades, que de una forma oscura y escondida atentan contra lo luminoso y lo bueno: una estatuita con un brazo roto, una cuchara torcida, una mujer vieja bajando de un taxi con las medias rotas.
Una vez me tuviste como Paris a Elena: la recompensa a un momento de ingenio. Pero el mito no nos cuenta la agonía de ver pasar los días y desintegrarse, quedar reducida a la ruina de un gran templo, una estructura que recuerda vagamente las grandezas pasadas
viernes, 24 de septiembre de 2010
¿Donde está el horror?
Standing, by the wall (by the wall)
And the guns, shot above our heads (over our heads)
And we kissed, as though nothing could fall (nothing could fall)
And the shame, was on the other side
Oh we can beat them, for ever and ever
Then we could be heroes, just for one day
2010
lunes, 20 de septiembre de 2010
Invisible.
…y hay días en que soy como una corteza seca, esperándote en la cama y no venís, y estás absorta, mirando algo para mí intrascendente, embotada mientras el viento golpea las puertas y yo hago el inventario de los ruidos de la casa: canillas que aúllan, persianas que crujen. Y a medida que hago estas listas voy alimentando la bestia del insomnio. Voy a pasar otra noche en blanco.
“Tengo que estar tranquilo”, me repito, pero el animal herido sigue aullando en mi cabeza y las ganas de tocarte y abrazarte van dejando espacio para la soledad y la angustia; y el espacio entre los dos se va abriendo como una herida profunda, como una falla.
Las puertas se siguen golpeando por el viento y no me llamás, tampoco dormís. Me preguntás adonde estoy pero no contesto: cada uno permanece en su mundo. Podría buscar las pastillas y dormir un sueño profundo con garantía de descanso y resaca. Elijo el insomnio. Por lo menos en la falta de sueño y en el enojo no soy invisible.
viernes, 10 de septiembre de 2010
Los espacios en blanco
Cuando empecé a escribir no sabía muy bien porqué lo hacía. Tampoco tenía muy claro porque al abrir este blog lo llamé “Espacios en blanco”. Pensé que hacía referencia al hecho de que era un espacio vacío que me daba la oportunidad de ir llenándolo con lo que se me fuera ocurriendo. Como suele suceder, las verdaderas motivaciones suelen presentársenos con claridad bastante después, y aunque parezca extraño, a veces uno es el último en enterarse de sus propias intenciones.
Fueron apareciendo historias de familia, de varones que escapaban de tierras amargas y necesitaban urgentemente fundar un nuevo territorio. De memorias y de olvidos, de exilios, de la sensación de ser los hijos absurdos de una raza antigua, de esconderse de un pasado que volvía, o peor que no volvía porque nunca había dejado de estar presente. Los “espacios en blanco” eran los parches que mis ancestros pegaban sobre su historia, intentos de tapar los distintos dolores. Dolor del hambre, de progrom. Sobre todo esto caía un manto blanco que borraba el idioma, la religión, las barbas, los sombreros, los rostros originales. A medida que yo escribía y llenaba los “Espacios en blanco” con letras, el recuerdo volvía. Limpiaba de hojas una loza en el piso con las palabras “esto también es tu historia”
Pensé en las tragedias que caen sobre los que niega su origen. Lábdaco, se negó a seguir el antiguo culto de Dionisios y las bacantes lo destrozaron. El mal cayo sobre su estirpe: su hijo Layo fue un rey huérfano y su nieto Edipo heredó la cólera de los dioses. También los hijos de Edipo corrieron la misma suerte. Solamente en la vejez y en las puertas de Colono, ya dueño de su historia Edipo volvió a tener el favor de los dioses. Solamente dueños de nuestra historia volvemos a tener el favor de los dioses.
Escribo esto y pienso en mi abuelo y sus hermanos, nacidos en este país, tempranamente huérfanos, tratando de borrar de donde venían sus padres. Tratando de parecer otros. Todos castigados por la insatisfacción. Mauricio, mi abuelo, que cambió sus rasgos, trabajó como Sísifo y nunca llegó a estar a la altura de sus propias expectativas. Clara parecía una encarnación de Tántalo: jamás nada llegaba a satisfacerla. A pesar de haber logrado salir de la pobreza y ser una empresaria exitosa, siempre lamentaba lo que no había llegado a ser: una artista. De Abraham el menor poco se sabe. Cuando yo era chico ya era el tío loco, y al poco tiempo murió.
Hablo de Clara y de nuevo los caminos de la memoria y el olvido se cruzan. Hoy, en uno de los “juicios de la memoria” su hijo Fernando habló de ella. De como cuando la interrogaban en el D2 le decían “que era una judía de mierda, que se hacía la mujer decente y que la iban a hacer jabón”. Nunca en los veinte años que sobrevivió a esto Clara comentó lo que había vivido. Siguió adelante como si nada hubiera sucedido. Hoy no puedo evitar pensar en el espanto de un dolor recurrente, de sentir que haber arrojado por la borda el pasado no evitó que volviera, monstruoso, a recordarle quién era y de donde venía.
La memoria sirve para airear las heridas. Del olvido, esa mancha que se come quienes somos, no tuvimos nada bueno. Ya no más espacios en blanco.
martes, 31 de agosto de 2010
Blog Day
Completamente fuera del tono de este blog (y del otro blog que escribo también), va este post. Parece ser que hoy es el día del blog, y la actividad es sugerir, recomendar cinco blogs que sean novedosos o uno lea regularmente.
En un orden azaroso van mis recomendaciones:
El pez volador: Blog de Martín Cristal. Crítica literaria, textos sueltos, mucha inteligencia desatada (y hasta les diría que se respira el humor de un tipo con bastante bonhomía, cosa rara por estos tiempos)
Cosas que te pasan cuando estás vivo: El blog de Liniers. Todo dicho. Solo para gente macanuda.
Montt en dosis diarias: todavía no descubrieron a Montt? Buen momento para levantar el aplazo.
Espoiler: que no solo se alimenta uno de literatura. TV de la buena recomendada por el gordo Casciari. Celebridad blogger si las hay.
Blog de cine: un sitio clásico lleno de contradicciones discusiones, recomendaciones agudas y discusiones pavotas. Todo lo que un cinéfilo disfruta (pero sin el pochoclo)