jueves, 20 de mayo de 2010

Ira

Cegado por la ira, veo todo blanco, como quemado por la luz del mediodía. Voy vislumbrando las cosas a medida que se acercan y las aparto a golpes. Allá va una silla, después de dar una vuelta en el aire. Lo que sigue son los azulejos de vidrio, que estallan dejando un extraño dibujo de estrella; después la pared. Apenas reconozco la voz que grita, que es la mía propia, pero que suena como un animal herido o rabioso.
De a poco los objetos dejan de girar alrededor y la velocidad deja paso al dolor y las preguntas: ¿estará sana la mano derecha después de este golpe?, ¿qué sentiré mañana?, ¿conseguiré repuesto para estos azulejos?, ¿estoy en mis cabales?.
La ira se va y queda el desconcierto, la duda sobre quién es el verdadero habitante de mi cuerpo: el hombre furioso y desorbitado, o el escribiente que sostiene el lápiz con la mano dolorida.

viernes, 7 de mayo de 2010

Norte

Intento poner la mente en blanco. No puedo. La conciencia es una brújula macabra y persiste. Busca el norte, busca un objetivo.
Intento anular la conciencia pero el magnetismo de la aguja es más fuerte, lleva generaciones ahí, marcando direcciones.
Insisto. Necesito estar quieto, necesito estar calmo, necesito no sentir más la fuerza que me lleva al norte.
Invento estrategias. Resisto. No puedo. Está ahí y me habla, me señala y me marca. Me guía. Me lleva.
Inútil. Resistir es inútil